Soy

Prometeme el cielo y te dare la tierra.



miércoles, 23 de noviembre de 2011


De mente virgen y cuerpo sucio, como un sueño de primavera, la niña esperaba de pie de cara al invierno, mientras el frio despuntaba las impurezas de su vello erizado. Nadie sabía cuánto tiempo llevaría allí de pie, porque nunca nadie la había visto nunca hacer aquello. Con el negro pelo sobre la cara y la cabeza agachada, como si Morfeo se hubiese enamorado de ella repentinamente y sin esperar a que ella se tumbase hubiese violado su consciencia. No sonreía. No expresaba nada. Solo hablaba en el ruidoso atardecer de los pájaros con la tierra, con el mundo y con ella misma, en su dulce inocencia dormía de pie, pero con un vendaval de palabras e imágenes rodeándola, como si el tiempo fuese un efímero fantasma que jamás perturbaría su conversación. Transmitiendo y cosechando las sensaciones y reminiscencias de otros que ya estuvieron allí, con la paciencia de quien respeta a la muerte sin temerla.

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