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Prometeme el cielo y te dare la tierra.



martes, 14 de febrero de 2012

Cuentos de lobos: La muerte de Shura

La furia erizo su pelaje, desde la punta de las orejas hasta el extremo de su espesa cola, se hinchó, aumentando su tamaño hasta límites insospechados. No dio ningún paso de aviso, ni un rugido, nada. Simplemente se abalanzó sobre su objetivo. Al tiempo que soltaba el cuerpo desnudo de Manya, giraba apenas por un instante y clavaba aquella afilada espada en el gigantesco cuerpo de la bestia. Con una amplia sonrisa bajo la capucha, construida cuando aún estaba de cara a la muchacha. El brujo sujeto todo el peso con apenas un brazo, casi por encima de su cuerpo. Shura la miró. A las espaldas del despiadado asesino, paralizada, Manya dejo de respirar, con la mirada clavada en los ojos completamente negros de su compañero, poco a poco más vacía…
El cadáver cayó a plomo sobre el suelo de mármol. El encrespamiento desapareció de golpe y la sangre empapó el pelo que estaba en contacto con el suelo, respetando las leyes de la gravedad. Apenas se distinguía la sangre con el rojizo pelaje. Los ojos continuaban abiertos, aun con brillo. La muerte había sido demasiado rápida, lo que implicaba que Chucrith había acertado en un punto exacto. El corazón, puede, o un pulmón… no, el pulmón le habría hecho toser o retorcerse al menos. Fuese como fuese aquel hombre había atravesado con su hoja algún órgano vital. Se giró, de nuevo hacia la muchacha, pero sin mirarla, limpiaba la cuchilla con admiración. Manya intento dar un paso hacia su amigo, pero sus piernas flaquearon y cayó de bruces contra el suelo. Estaba frio. Se arrastró hasta el cadáver, en silencio, sin llorar. Lo abrazó. Aun estaba caliente. El mago reía de espaldas a ella.
Se consumió por un instante, enredando los dedos en el pelo inerte. Aferrándolo, junto su pequeña frente contra las orejas de Shura. “Sé que sigues ahí dentro… tengo sitio para los dos. Entra en mi… solo un momento…”

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