Las cartas de poker colocadas estratégicamente
en abanico eran devoradas por el fuego purificador, insaciable y que parecía
no tener intención de darse prisa con su festín. "¿Así que estas cosas son
en las que tú crees verdad? Que estupidez..."
Manya despertó de golpe, agitada, sacudiendose así las tinieblas del mal
sueño. Inmediatamente miró al rincón en el que Shura dormía plácidamente a pesar de los
grilletes. Inhaló profúndamente y se estiró en su sitio,después tendió el brazo hacia él, pero las cadenas
la frenaron. Otra vez estaban en aquella situación. Mil malos presagios
merodeaban en su mente como cocodrilos hambrientos a las orillas de un río.
Encogió de nuevo sus rodillas y hecha un ovillo rompió a llorar. "Ni un ruido, ni un ruido, ni un ruido"
pensaba mientras los gruesos goterones de lágrimas recorrían sus demacradas
mejillas. Tantas huidas, tantos kilómetros recorridos, tantas noches
en vela vigilando que no los encontraran, tantas precauciones al hablar de
donde eran o hacia donde iban... Esa vez no tendría arreglo. Estaban vendidos.
Y probáblemente muertos. Escuchó un suspiro en el
cuarto, al limpiarse las lágrimas vió la mirada de Shura, clavada en ella, mostrándole los dientes de forma amenazadora, estaba
enfadado. Era verdad, aquello no había acabado, aun no habían acabado con
ellos, tenían mucho que hacer aun. Sonrió ante su ataque de tristeza -Tienes
razón, Shura. No. Esta noche no moriremos.
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