Se
sentaron en el suelo de la calle principal ante las atónitas miradas de los transeúntes.
Manya miró al lobo de refilón. Se le notaba agobiado en aquel ambiente. No había
ni un organismo vegetal a la vista en 1 kilómetro al menos. Shura la observo
con el morro erizado. Pero ella ya estaba en otro lugar, lejos de aquellas frías
baldosas de ciudad, recordando porque habían llegado a aquel horrible lugar.
Una ciudad insensible, lejana, llena de gente que caminaba como un hormiguero.
Lo recordaba, él siempre lo había descrito así, su lugar perfecto, un
hormiguero en el que él resaltaría…
-Si me hubieses dejado habría hecho de tu mundo un lugar perfecto…
-Lo
sé…
Y aún
así se marchó. Prefirió quedarse con su estúpido mundo. Ella podría haberle
dado todo. Pero eso nunca habría sido suficiente. En algún lugar del mundo su
maravillosa princesa soñada estaría esperándole. En lo más profundo de su ser
deseaba que se diese cuenta que una mujer así no se partiría una uña por él.
Sin embargo Manya lo habría roto todo por un pedacito de su indiferente mundo.
Un lametón recorrió el brazo de Manya seguido de un voraz mordisco a modo de
reproche. –Perdona Shura… no puedo evitar que me duela. Siempre duele.
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