-Yara, abre la ventana.
Pero no. Yara estaba de nuevo encima de Ness,
sentada a horcajadas con una tela atada y un pequeño escarpelo que parecía
enredarse entre sus largos dedos que clavaba en la espalda de Ness mientras
presionaba su cabeza contra la cama a fin de ahogar los gritos, mientras
luchaba por continuar el borbotoneante corte sin que los espasmos y aspavientos
de ella la tirasen. Apreté la garganta para no vomitar frente al macabro
espectáculo del cuerpo de Ness chorreado de pus, sangre y el oscuro veneno, de
una viscosidad parecida a la miel y un color semejante al de la tinta negra. El
olor se volvió insoportable y el sueño finalmente pudo conmigo, a pesar de los
gritos de dolor, que cesaron al cabo de poco, de lo que deduje que Ness había
muerto. Había faltado a mi promesa. No la había apretado la mano antes de morir
ni la había dicho lo mucho que me importaba.
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